martes, 27 de diciembre de 2011

TIRAMISÚ de la SORELLA

Mi hermana pequeña es, sin lugar a dudas, la más digna heredera del gen paterno del nomadismo y, también comparte con él, su don de lenguas. A estos rasgos se le añaden una serie de habilidades sociales, de origen materno, que explican que sea bienvenida en cualquier sitio y haga amigos con facilidad. Por ese motivo su agenda suele estar más cargada que la de la reina, aunque con ocupaciones más placenteras.


Sus periplos por el mundo dieron comienzo en su época de estudiante, cuando se marchó a hacer un Erasmus a Bolonia. Allí compartió piso con tres italianas, una de de las cuales tenía una abuela en Orvieto que hacía un tiramisú de chuparse los dedos. 


Una vez terminó la carrera, aprovechó su estancia italiana para cubrir un puesto de profesora sustituta en la Sapienza. Familiares, amigos y allegados pasaron por su piso romano, en teoría de mi padre que por aquel entonces ya vivía en los USA. Nadie quería dejar a la pequeña sola y abandonada en esa ciudad "perdida de la mano de Dios y casi desconocida". Ni que decir tiene que todos colaboramos para cumplir el objetivo. Semejante asiduidad de visitas la obligó a poner un calendario en el que apuntar los turnos correspondientes y evitar que nos solapásemos unos con otros. Sola, lo que se dice sola, no pasó mucho tiempo. 


Finalmente, decidió que Roma no era el mejor lugar donde independizarse y se volvió a Madrid, donde ha visto mucho menos a algunos miembros de la familia que cuando estaba a dos mil km. Pero ahora vuelve a marcharse, aunque lo hace en buena compañía. Sin embargo, ha puesto más complicado lo de visitarla, porque esta vez deja el Viejo Mundo y, además de cruzar el Océano, también cambiará de hemisferio. 


Por supuesto, mi hermanita goza del mismo paladar del que hace gala toda la parentela y se trajo la deliciosa receta del Tiramisú de Orvietto, para el que, en cualquier celebración, por muy pantagruélica que esta sea, nos dejamos un hueco. A veces es necesario esperar un ratito hasta que puede entrar. No importa, no será por falta de conversación. Está tan rico que incluso esperamos un poco más si hace falta para que quepa una segunda ración, no vaya a sobrar algo y corra el riesgo de estropearse. Por supuesto, nos sabe aún mejor cuando lo cocina ella.


TIRAMISU

INGREDIENTES 
Por cada 100 gr mascarpone:
1 huevo (separar yemas y claras). Mejor a temperatura ambiente.
1 cucharada rasa azúcar.
Bizcochos tipo pavesini (también valen soletilla o bizcochos Fontaneda o marca blanca, del estilo de los ladyfingers)
Ralladura limón
Café, 1 pizca leche, vino dulce, amaretto o ron (según el gusto de cada uno, personalmente me decanto por el amaretto, la proporción depende de lo borrachuzo que sean los comensales, en mi caso la ideal es de 1 parte de licor por cada 3 de café)

ELABORACIÓN
a. Batir las yemas con el azúcar hasta que queden espumosas. Añadir el mascarpone y la ralladura de limón.
b. Montar las claras a punto de nieve.
Truco: tanto en el paso a) como en el b) los huevos suben mejor si se ponen sobre un cacharro con agua hirviendo, sin rozarla, sólo al vapor, casi como si fuese al baño maría. 
Mezclar a y b (poco a poco y con cuidado para que no se baje la crema). 

MONTAJE
Poner una capa muy fina de crema sobre el fondo de una fuente rectangular.
Cubrir con una capa de pavesini remojados ligeramente en la mezcla de café, licor (sólo los paso por un lado para evitar que se ablanden demasiado y el pastel se deshaga).
Extender una capa gruesa de crema. Se puede espolvorear con virutas de chocolate negro rallado (esto lo descubrí en la fantástica Trattoria del Carmine, en Florencia, y me encantó la idea). Soy chocolate adicta así que creo que esta opción contribuye sensiblemente a mejorar el resultado. 
Colocar una nueva capa capa de pavesini
Terminar con otra capa de crema.
Finalmente, adornar generosamente con chocolate negro rallado o cacao puro en polvo. 

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